martes, 23 de septiembre de 2014

Torla-Taillón-Brecha de Roland-Bujaruelo

5 de la mañana. Luis y Miguel me recogen para emprender el viaje hasta Torla. Nos dirigimos a realizar la ruta planificada por Luis un año antes hacia la Brecha de Roland.

 La idea es subir por las clavijas de Cotatuero, atravesar los Llanos, subir desde el Sumidero a la Brecha, buscar sitio donde dormir y, si hay tiempo, acabar el primer día haciendo cumbre en el Taillón. El segundo día descenderíamos desde la brecha hasta Bujaruelo y de allí a Torla en taxi y vuelta para casa. Para ello lo primero por hacer era convencer a Miguel durante el viaje de subir por Cotatuero ya que se mostraba reacio a hacerlo.

Gracias a nuestro "gran poder de convicción" Miguel acaba harto de nosotros y sigue negándose a subir por allí.

Así llegamos a Torla. Aparcamos y nos dirigimos rápidamente a sacar los billetes del autobús que nos subirá a la pradera.


A las 10:30 llegamos al parking de la pradera. Una vez más quedo maravillado por la majestuosidad de sus cortados.

A las 10:35 empezamos a caminar hacia la opción B de subida: las clavijas de carriata y la faja de las flores.

El ritmo de este año es mucho mayor que el del año pasado ya que al no hacer noche estamos más apurados de hora y el cambio de ruta alarga el trayecto, sobre todo porque Luis y yo estamos empecinados en pasar por Cotatuero aunque tengamos que bajar, hacer las clavijas y subir. Lo bueno es que al ser un grupo pequeño exclusivamente compuesto por machotes en buena forma podremos lograrlo (arengando soy único).

Las consecuencias es que antes de llegar al vivac del bosque de casa oliván ya estamos empapados de sudor


El ascenso por el circo de carriata ya lo narré el año pasado así que me limitaré a exponer imágenes que intentan mostrar la belleza del paraje. Como éstas en las clavijas de carriata.




O éstas de la faja de las flores.




En el 2013 sólo quedé defraudado en un aspecto del viaje. No pude ver ni una sola edelweiss en el camino. Esta vez pude quitarme esa espina ya que el final de la faja estaba totalmente cubierta por las flores de las nieves.




Pasear por la faja es una gozada continua por las vistas de pájaro y por el relax de las piernas después de la subida. Es el Preludio perfecto de la inmensidad que nos espera justo al doblar la esquina. En esta panorámica realizada por Miguel se observa parte de la fastuosidad del pirineo oscense, desde el Taillón hasta los Tres Sorores.


En este incomparable lugar Luis y yo abandonamos a Miguel para emprender uno de los objetivos marcados para este viaje, las clavijas de Cotatuero. Así, descendimos hacia el circo de Cotatuero y en la bajada nos cruzamos con lirios tan bonitos como éste.


O cascadas tan bonitas como esta.




20 metros después de dejar atrás la cascada llegamos a las clavijas.

Para realizar la vía ferrata mi hermano nos había preparado una especie de cinturones unidos a una línea de vida para asegurarnos. Nos vinieron de perlas, sobre todo para liberar la tensión de la inseguridad y poder disfrutar de verdad de tan magnífico espectáculo. Las fotos que se muestran a continuación dan fe de ello.




Ya lo siento por la gente que tiene vértigo y es incapaz de disfrutar de estas vistas y estos parajes.



Al finalizar realizamos el ascenso hasta el punto donde habíamos dejado a Miguel. En total, el capricho de realizar las clavijas nos demoró 2 horas el viaje pero os aseguro que mereció la pena.

Al llegar donde Miguel, Luis se dio cuenta de que había perdido las gafas de sol en algún momento del ascenso. La suerte quiso que nos quedáramos descansando y realizando una fotitos a un sarrio el tiempo justo para que subieran de Cotatuero dos manchegos muy majos que casualmente habían encontrado unas gafas en la subida.


Una vez descansados reemprendimos el viaje hacia los llanos. De allí pasamos al sumidero y comenzamos el ascenso hacia la Brecha de Roland. Desde allí se puede ver la diversidad de colores que dibuja la bella llanura donde se sitúa el sumidero.


Continuamos el ascenso sintiendo flaquear las fuerzas y viendo como el atardecer se nos echaba encima. Miguel, al que le quedaban más fuerzas, se adelantó para buscar un sitio donde acampar cerca de la brecha ya que recordaba que allí había varias cuevas y vivacs con ancho suficiente para montarla.


A las 8:40 llegamos al destino, con tiempo justo para montar la tienda con un poco de luz. Posteriormente cenamos y nos fuimos a descansar con la sensación de que habíamos fracasado en parte al no coronar el taillón.


La melodiosa voz de Luis me despertó a las 7:00 del día siguiente.
-Nacho.
-mmm ¿qué?
-Son las 7, ¿subimos al Taillón?
-Vale.


Nos levantamos, nos vestimos, y con un pequeño refrigerio (ya que habíamos quedado en desayunar a la vuelta) emprendimos la subida al Taillón.


Coronar este pico no entraña dificultad alguna y el hecho de ir sin macuto y sin tienda agiliza la marcha.


En una hora coronamos el Taillón con la sensación de haber remontado el partido al cumplir el objetivo que nos faltaba.


En la cima empezaron a cruzarse nubes delante de nosotros y pudimos disfrutar de el Espectro de Brocken que es un efecto producido cuando el sol proyecta tu sombra agigantada sobre las nubes rodeada de una aureola de arcoiris.


Al rato volvimos a bajar a la brecha, desayunamos y continuamos el camino a través de la brecha hacia Bujaruelo.



Ya en la parte francesa (cara norte) tuvimos que atravesar un glaciar en pendiente con caída a la derecha que, por lo menos a mi, me da más respeto que las clavijas de cotatuero.


Según pasamos el glaciar, y con el refugio de Sarradets a unos 500 m, empezó a llover. Aceleramos el paso pero no nos pusimos la capa porque el refugio estaba cerca. De repente la lluvia se hizo más fuerte y a los pocos segundos se convirtió en granizo. Empezamos a correr cuesta abajo, calándonos y doliéndonos de cada una de las bolas de granizo que impactaban en orejas, cara y manos. Al poco llegamos al refugio librándonos de la mayor parte del granizo que siguió pintando de blanco la ladera durante varios minutos.


Al cabo de diez minutos, al ver que no escampaba pero por lo menos ya no granizaba, nos pusimos las capas y reemprendimos el descenso hacia el puerto de Bujaruelo. A la salida del refugio vimos una marmota disfrutando tan a gusto de la lluvia.


Esta imagen realizada por Luis sirve como despedida de las cumbres de Ordesa. Nunca un adiós, sino un hasta pronto.


En el descenso, nos encontramos con torrentes de agua provenientes del deshielo de los glaciares unidos a las lluvias fuertes de esa mañana. Fue una aventura atravesarlos. A los tres nos sorprendió comprobar que las rocas empapadas no eran resbaladizas en absoluto.


Por fin atravesamos el puerto y empezamos a disfrutar de los colores verdes de la pradera y del sonido de los cencerros lejanos.




Aquellos cencerros tenían propietarias con las que compartimos esta instantánea.


La pendiente se fue pronunciando para acabar de rematar nuestras piernas, demostrándonos una vez más que disfrutar de algo tan maravilloso siempre conlleva un precio.

Al medio día divisamos por fin el puente romano de San Nicolás de Bujaruelo. A pesar de la lluvia se podía apreciar que el lugar es perfecto para pasar una mañana de verano con críos, disfrutando del río, del entorno y de la comida del refugio.


En el refugio pudimos disfrutar de unas buenas cervezas y de unos merecidos bocadillos con los que pusimos fin a la marcha con todos los objetivos cumplidos.


Ya en casita, escribiendo estas líneas y a pesar del dolor de las ampollas, vuelvo a disfrutar de la marcha a través de las fotografías. Contemplando el inmutable esplendor de Ordesa uno se da cuenta de la futilidad de nuestras vidas. El ego se desvanece a medida que percibes que la importancia asignada a cada cambio en nuestro entorno no es en medida alguna trascendente a una escala mayor. La relatividad se hace patente y la humildad inunda los corazones. 



jueves, 26 de septiembre de 2013

Ordesa y Monte Perdido

Viernes 20 de septiembre de 2013. Primera vez que mis pasos avanzan por este parque nacional. Sólo la vista de los acantilados ya impresiona.

 Llegamos a las 22:00 horas bajo la luz de la luna llena. Al final, después de algunas bajas de última hora, vamos a realizar la ruta Luis, Paloma, Lucía, Javier ("Rubio" para los amigos) y yo. 5 personas, lo que a mi parecer es un grupo perfecto para poder andar sin demorarse demasiado y controlarnos los unos a los otros todo el rato.

Llegamos a tiempo para cenar y dormir en el parking de Ordesa que, según nos expuso el guardia que nos despertó a las 7 de la mañana del día siguiente, está prohibido . Es raro que no nos fijásemos en los tropecientos carteles del parking donde pone prohibido pernoctar. Me imagino que los taparían las cachondas de las vacas para luego darnos un susto en mitad de la noche cuando se acercaron maliciosamente. Y vaya susto!!! Todos despiertos a mitad de la noche, momento que Luis aprovecho para hacer la primera foto de la excursión.


Así pasó la noche hasta la llegada del buen hombre que se hizo el tonto bastante mejor que todos nosotros:

-Perdonen señores, está prohibido pernoctar en la pradera. Tienen que levantarse.

-mmmm que hora es???
-Está prohibido?????
-También sin tienda???? Qué me dice!!!!

Pobre guardia. La cantidad de veces que debe oír estas sandeces cada fin de semana de verano. Desde luego esa noche había bastante gente durmiendo en las cercanías de la pradera y dentro de los coches.

Total, que empezamos el día a las siete de la mañana. Medio dormidos recogimos todo, desayunamos y a las 8 nos pusimos en marcha. Anduvimos 500 m hasta Casa Oliván, donde empieza la subida hacia el circo de Carriata.


Atravesamos el bosque hasta que llegamos al claro donde nos despedimos de los árboles hasta la tarde del día siguiente.


Desde alli se alzaban imponentes en el horizonte el Tozal del Mallo y el Circo de Carriata.


Poco después cruzamos lo que en otro momento del año sería una caída de agua bonita a la par que resbaladiza pero que en ese instante no entrañaba ningún peligro.


La pendiente se fue pronunciando y el ritmo fue descendiendo para todos menos para Rubio que tenía que irnos esperando cada 200 m el pobre.



 Y así llegamos hasta la encrucijada que llevaba a los dos posibles caminos a tomar para llegar a la Faja de las Flores: las Clavijas o la Fajeta.


La Fajeta a priori es más sencilla ya que es un camino llano. El problema es el ancho del camino y la exposición que ello supone. Os invito a buscar el camino en la siguiente foto.


Total, que seguimos ascendiendo hasta llegar a las clavijas y tomando hermosas instantáneas como esta en la que sale Lucía.


Tal era la subida y el ritmo de Rubio que antes de llegar a las clavijas ya se había cargado las suelas de sus botas. Aún así continuó caminando todo el día con ellas. Con 2 coj...



Las Clavijas de Carriata constan de dos tramos. El primero es más fácil  y el segundo es en forma de chimenea. Una vez llegamos al primer tramo, el primero que subió fue Luis que para eso era él el que nos había metido en este embrollo.


Una vez arriba nos hizo estas espectaculares fotografías a los demás. Con verla os haréis una idea de por qué cuando se sube por estos lugares no hay que mirar nunca hacia abajo.



Cuando subimos Paloma y yo, Luis bajó a por la mochila de Paloma que había subido Rubio hasta la mitad de las clavijas. Intenté hacerle una foto igual que la que él me hizo pero la fotografía no es lo mío. En las dos fotos anteriores se puede observar de fondo la Fajeta de nuevo.


El tramo de la chimenea volvimos a subirlo en el mismo orden, colándonos un poquito entre un grupo de gente muy numeroso que iba subiendo por un lado las mochilas y por otro a las personas con un poco de desorganización. Fueron muy amables y nos dejaron pasar.


La ascensión siguió su curso hasta la entrada de la Faja de las Flores donde nos esperaba desde hacía un cuarto de hora el bueno de Rubio (y eso que iba como si fuera descalzo).


Allí descansamos de la ascensión y almorzamos para recuperar fuerzas frente a unas vistas impresionantes.




Al poco, macuto otra vez al hombro y avanti por la faja. Es curioso ver como la diferente resistencia a la erosión de los distintos estratos de la roca caliza puede crear caminos insospechados.


Qué decir de estas vistas y de estas fotos. No hay palabras para describirlo y ni siquiera se parecen a la realidad vivida.




En medio de la faja (después de andar 1 hora por ella), al girar una esquina nos encontramos con los 3 Sorores. El del medio es Monte Perdido, nuestro objetivo del día siguiente.


Poco a poco nos fuimos dirigiendo hacia unos llanos formado por zonas de inundación que llevan al Sumidero, teniendo todo el rato en lo alto del horizonte La Brecha de Rolando, objetivo marcado por Luis para el año que viene.


Justo antes de entrar a las zonas de inundación nos detuvimos a comer en una esplanadita donde observamos la primera marmota del viaje.



Atravesamos la zona de inundación pensando que ya no habría mayores dificultades en el camino hacia el Refugio de Góriz pero, al llegar al final, empezó a empinarse el sendero hasta acabar en un pared de roca que evidentemente hubo que escalar.




Justo detrás se encontraba El Sumidero que es un río que desaparece de repente por debajo de la pared que acabábamos de ascender. Desde allí hicimos la foto en la que Luis señala la ruta del año que viene.


Ya cansados emprendimos el camino hacia Góriz dejando a la derecha, primero el Pico Descargador, donde divisamos varios rebecos. y después la Plana de San Ferlius, en la que hay colocado un pluviómetro.


Atravesada La Plana no quedaba más que descender el circo de Góriz para llegar al refugio. Como siempre, estos últimos cientos de metros se hicieron interminables.



A las 17:45 pudimos sentarnos al fin un ratito para luego montar las tiendas y poder disfrutar de la puesta de sol tomando unas cervezas Ambar bien frías.


A las 21:30 ya estábamos todos en el saco. 8 horas y media después (6 de la mañana) empezó a levantar todo el campamento asentado en la pradera de Góriz y, tanto los que querían como los que no, tuvimos que levantarnos porque el ruido de voces, cremalleras y necesidades fisiológicas era incesante. Una hora después, con el estómago lleno y las vejigas vacías, empezamos la caminata del día dirección a la cumbre de Monte Perdido.


El trayecto era empinado desde su comienzo, así que desde que transcurrieron 5 minutos hasta las 3 horas que duró la subida hasta el descansillo que hay a 200 m de la cumbre, la sensación fue la misma: "para que narices estoy haciendo esto yo".


Como podéis observar en las fotos existen algúnos tramos de escalada o de cadenas para pasar alguna zona resbaladiza.

Llegamos al lago helado (mitad de subida más o menos) y me sentía desfallecer. Recuperamos un poco de fuerzas con rodajas de salami que se habían caído por todo mi macuto y seguimos adelante.


Entonces llegamos a la escupidera. Su definición sería la de un tobogán  superempinado lleno de piedras de todos los tamaños. Con que tu peso supere los 60 Kg cada paso de 20 cm se va a convertir por arte de magia en uno de 10 cm. Todo el rato resbalón tras resbalón.



El grado de inclinación nos hacía pensar que si subir era cansado, bajar tendría su gracia.


Ya en el descansillo pudimos recuperar el resuello bajo los primeros rayos de sol que nos alumbraban. Ahí va una fotito de todo el grupo pegaditos a la cumbre.


Y por fin llegamos al primer objetivo del día, la cumbre del Monte perdido a 3.355 m de altitud. Allí descansamos, comimos, nos hicimos unas fotitos en el vértice geodésico y disfrutamos de unas vistas maravillosas de los Pirineos.


Al contrario de lo que suponía, la bajada por la escupidera fue muy fácil y divertida. Sólo había que ir clavando tacones en las rocas y dejándose resbalar a modo de patinaje. Así la única posibilidad de caída es hacia atrás sin peligro alguno. Al llegar al final de este tramo el grupo se separó, ya que el final de la escupidera es un nevero inmenso y a Rubio se le estaban empezando a calar los deportivos (sustitutivos de las botas que evidentemente pasaron a mejor gloria). Eso permitió sacar esta instantánea del nevero con Luis al fondo y Lucía más atrás.


Vuelta a las cadenas ya más relajados y disfrutando más del paisaje que durante la subida.


En el camino encontramos numerosos neveros. Uno de ellos había ido derritiéndose por su parte media quedando con una forma de puente muy curiosa que retratamos en las siguientes imágenes.



A las 13:30 llegamos al refugio de Góriz exhaustos a más no poder. Nos tiramos al césped y comimos lo que nos quedaba de alimento. La mayoría nos quitamos las botas para descansar. A Lucía le dolía el tobillo que se torció el día anterior, los ligamentos de la rodilla de Rubio le estaban diciendo basta, las ampollas de mis pies y de los de Paloma estaban a punto de reventar y Luis..., que decir de Luis...., pues que ni se quitó las botas el tío. Como una rosa estaba. Como mucho un ligerillo dolor en los hombros.


Ya comidos y bebidos (15:00 horas y poco) emprendimos el comienzo de la segunda parte de la etapa, la vuelta a la pradera de Ordesa. En un principio ibamos a ir juntos todo el grupo hasta cola de caballo para luego separarnos e ir Luis y yo (machotes) por la Senda de los Cazadores y el resto (niñitas y lesionados) por la pradera.


Al final no fue así porque a Rubio le dolía tanto la rodilla que decidimos ir juntos todos por si acaso hacía falta cogerle la mochila. Así que, dado que no íbamos a ir por la Senda de los Cazadores, Luis y yo decidimos bajar las Clavijas de Soaso tal y como sale en la foto. Son bastante fáciles porque, aparte de las clavijas, hay una cadena durante todo el tramo que permite ir agarrado constantemente por lo que sólo hay que buscar donde situar los pies y ya está.


Abajo nos encontramos con los chicos, que habían bajado por las zetas que forman el camino alternativo a las clavijas y que dan al mismo punto, el puente que cruza el río justo después de las cascada de Cola de Caballo.

Nos refrescamos en el río. Luis y Paloma se cambiaron las botas por las chanclas ya que el resto del camino se lo permitía pues sólo había que recorrer una pista muy fácil por la pradera hasta el Parking.


Algunos tramos del camino pasan cerca del río donde se puede disfrutar de las Gradas de Soaso, formación en terrazas que le dan forma de grada tal y como indica su nombre.



En su tramo final la pista recorre un hayedo sombrío que, dadas las ganas de llegar que se tienen en esos momentos, se hace interminable. Íbamos buscando el Parking tras cada curva del camino. Se hizo muy muy largo.


Pero al final ahí estaba el Parking, punto y final de nuestra ruta por este precioso valle del pirineo oscense. 

Concluimos el trayecto a las 19:20 minutos, creo. A la 1:27 abrí la puerta de mi casa en Madrid finalizando un fin de semana maravilloso e inolvidable.