5 de la mañana. Luis y Miguel me recogen para emprender el viaje hasta Torla. Nos dirigimos a realizar la ruta planificada por Luis un año antes hacia la Brecha de Roland.
La idea es subir por las clavijas de Cotatuero, atravesar los Llanos, subir desde el Sumidero a la Brecha, buscar sitio donde dormir y, si hay tiempo, acabar el primer día haciendo cumbre en el Taillón. El segundo día descenderíamos desde la brecha hasta Bujaruelo y de allí a Torla en taxi y vuelta para casa. Para ello lo primero por hacer era convencer a Miguel durante el viaje de subir por Cotatuero ya que se mostraba reacio a hacerlo.
Gracias a nuestro "gran poder de convicción" Miguel acaba harto de nosotros y sigue negándose a subir por allí.
Así llegamos a Torla. Aparcamos y nos dirigimos rápidamente a sacar los billetes del autobús que nos subirá a la pradera.
A las 10:30 llegamos al parking de la pradera. Una vez más quedo maravillado por la majestuosidad de sus cortados.
A las 10:35 empezamos a caminar hacia la opción B de subida: las clavijas de carriata y la faja de las flores.
El ritmo de este año es mucho mayor que el del año pasado ya que al no hacer noche estamos más apurados de hora y el cambio de ruta alarga el trayecto, sobre todo porque Luis y yo estamos empecinados en pasar por Cotatuero aunque tengamos que bajar, hacer las clavijas y subir. Lo bueno es que al ser un grupo pequeño exclusivamente compuesto por machotes en buena forma podremos lograrlo (arengando soy único).
Las consecuencias es que antes de llegar al vivac del bosque de casa oliván ya estamos empapados de sudor
El ascenso por el circo de carriata ya lo narré el año pasado así que me limitaré a exponer imágenes que intentan mostrar la belleza del paraje. Como éstas en las clavijas de carriata.
O éstas de la faja de las flores.
En el 2013 sólo quedé defraudado en un aspecto del viaje. No pude ver ni una sola edelweiss en el camino. Esta vez pude quitarme esa espina ya que el final de la faja estaba totalmente cubierta por las flores de las nieves.
Pasear por la faja es una gozada continua por las vistas de pájaro y por el relax de las piernas después de la subida. Es el Preludio perfecto de la inmensidad que nos espera justo al doblar la esquina. En esta panorámica realizada por Miguel se observa parte de la fastuosidad del pirineo oscense, desde el Taillón hasta los Tres Sorores.
En este incomparable lugar Luis y yo abandonamos a Miguel para emprender uno de los objetivos marcados para este viaje, las clavijas de Cotatuero. Así, descendimos hacia el circo de Cotatuero y en la bajada nos cruzamos con lirios tan bonitos como éste.
O cascadas tan bonitas como esta.
20 metros después de dejar atrás la cascada llegamos a las clavijas.
Para realizar la vía ferrata mi hermano nos había preparado una especie de cinturones unidos a una línea de vida para asegurarnos. Nos vinieron de perlas, sobre todo para liberar la tensión de la inseguridad y poder disfrutar de verdad de tan magnífico espectáculo. Las fotos que se muestran a continuación dan fe de ello.
Ya lo siento por la gente que tiene vértigo y es incapaz de disfrutar de estas vistas y estos parajes.
Al finalizar realizamos el ascenso hasta el punto donde habíamos dejado a Miguel. En total, el capricho de realizar las clavijas nos demoró 2 horas el viaje pero os aseguro que mereció la pena.
Al llegar donde Miguel, Luis se dio cuenta de que había perdido las gafas de sol en algún momento del ascenso. La suerte quiso que nos quedáramos descansando y realizando una fotitos a un sarrio el tiempo justo para que subieran de Cotatuero dos manchegos muy majos que casualmente habían encontrado unas gafas en la subida.
Una vez descansados reemprendimos el viaje hacia los llanos. De allí pasamos al sumidero y comenzamos el ascenso hacia la Brecha de Roland. Desde allí se puede ver la diversidad de colores que dibuja la bella llanura donde se sitúa el sumidero.
Continuamos el ascenso sintiendo flaquear las fuerzas y viendo como el atardecer se nos echaba encima. Miguel, al que le quedaban más fuerzas, se adelantó para buscar un sitio donde acampar cerca de la brecha ya que recordaba que allí había varias cuevas y vivacs con ancho suficiente para montarla.
A las 8:40 llegamos al destino, con tiempo justo para montar la tienda con un poco de luz. Posteriormente cenamos y nos fuimos a descansar con la sensación de que habíamos fracasado en parte al no coronar el taillón.
La melodiosa voz de Luis me despertó a las 7:00 del día siguiente.
-Nacho.
-mmm ¿qué?
-Son las 7, ¿subimos al Taillón?
-Vale.
Nos levantamos, nos vestimos, y con un pequeño refrigerio (ya que habíamos quedado en desayunar a la vuelta) emprendimos la subida al Taillón.
Coronar este pico no entraña dificultad alguna y el hecho de ir sin macuto y sin tienda agiliza la marcha.
En una hora coronamos el Taillón con la sensación de haber remontado el partido al cumplir el objetivo que nos faltaba.
En la cima empezaron a cruzarse nubes delante de nosotros y pudimos disfrutar de el Espectro de Brocken que es un efecto producido cuando el sol proyecta tu sombra agigantada sobre las nubes rodeada de una aureola de arcoiris.
Al rato volvimos a bajar a la brecha, desayunamos y continuamos el camino a través de la brecha hacia Bujaruelo.
Ya en la parte francesa (cara norte) tuvimos que atravesar un glaciar en pendiente con caída a la derecha que, por lo menos a mi, me da más respeto que las clavijas de cotatuero.
Según pasamos el glaciar, y con el refugio de Sarradets a unos 500 m, empezó a llover. Aceleramos el paso pero no nos pusimos la capa porque el refugio estaba cerca. De repente la lluvia se hizo más fuerte y a los pocos segundos se convirtió en granizo. Empezamos a correr cuesta abajo, calándonos y doliéndonos de cada una de las bolas de granizo que impactaban en orejas, cara y manos. Al poco llegamos al refugio librándonos de la mayor parte del granizo que siguió pintando de blanco la ladera durante varios minutos.
Al cabo de diez minutos, al ver que no escampaba pero por lo menos ya no granizaba, nos pusimos las capas y reemprendimos el descenso hacia el puerto de Bujaruelo. A la salida del refugio vimos una marmota disfrutando tan a gusto de la lluvia.
Esta imagen realizada por Luis sirve como despedida de las cumbres de Ordesa. Nunca un adiós, sino un hasta pronto.
En el descenso, nos encontramos con torrentes de agua provenientes del deshielo de los glaciares unidos a las lluvias fuertes de esa mañana. Fue una aventura atravesarlos. A los tres nos sorprendió comprobar que las rocas empapadas no eran resbaladizas en absoluto.
Por fin atravesamos el puerto y empezamos a disfrutar de los colores verdes de la pradera y del sonido de los cencerros lejanos.
Aquellos cencerros tenían propietarias con las que compartimos esta instantánea.
La pendiente se fue pronunciando para acabar de rematar nuestras piernas, demostrándonos una vez más que disfrutar de algo tan maravilloso siempre conlleva un precio.
Al medio día divisamos por fin el puente romano de San Nicolás de Bujaruelo. A pesar de la lluvia se podía apreciar que el lugar es perfecto para pasar una mañana de verano con críos, disfrutando del río, del entorno y de la comida del refugio.
En el refugio pudimos disfrutar de unas buenas cervezas y de unos merecidos bocadillos con los que pusimos fin a la marcha con todos los objetivos cumplidos.
Ya en casita, escribiendo estas líneas y a pesar del dolor de las ampollas, vuelvo a disfrutar de la marcha a través de las fotografías. Contemplando el inmutable esplendor de Ordesa uno se da cuenta de la futilidad de nuestras vidas. El ego se desvanece a medida que percibes que la importancia asignada a cada cambio en nuestro entorno no es en medida alguna trascendente a una escala mayor. La relatividad se hace patente y la humildad inunda los corazones.